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Los ensayos eran nocturnos, intensos y cargados de entrega. Foto • Para ilustrar la nota |

Redacción El Caldense
Aranzazu, Caldas
Un grupo de jóvenes aranzacitas, guiados por un cívico entusiasta, rompió el molde de lo local y logró lo impensable: conquistar el máximo galardón del teatro en Caldas. Aquella noche de 1970 quedó marcada en la memoria de un pueblo que, por primera vez, fue ovacionado más allá de sus fronteras.
Aníbal Salazar Soto no era un director profesional, pero sí un apasionado del arte. Con alumnos de la Escuela Normal Superior Sagrado Corazón y del Colegio Pío XI, decidió preparar una obra inusual: “Historia de un anciano que quedó viudo acaecida en el año de 1637”, escrita por el alemán Peter Hanks. La apuesta, arriesgada y ambiciosa, desentonaba entre las piezas costumbristas de la época.
Los ensayos eran nocturnos, intensos y cargados de entrega. Con escasos recursos, pero con abundante convicción, los jóvenes se prepararon para presentarse en el Festival Departamental de Teatro, que ese año se realizaría en el desaparecido Teatro Olympia de Manizales.
El resultado fue apoteósico: Aranzazu no solo ganó el primer puesto, sino que el jurado declaró desiertos el segundo y el tercero, al considerar que ninguna otra agrupación se acercó al nivel de excelencia mostrado por los actores del norte caldense.
La puesta en escena brilló por su intensidad emocional, su ambientación sobria y una interpretación que desbordó autenticidad. El público, conmovido, aplaudió de pie. Los nombres de Carlos Duque, Gabriela Montoya, Nepomuceno Zuluaga, Narcés Arias Castaño, Gabriel Zuluaga y Álvaro Hernández resonaron con orgullo en toda la provincia.
El recibimiento en Aranzazu fue monumental. La máquina de bomberos los condujo en medio de vítores por las calles del municipio. Hasta el gobernador de Caldas llegó para rendir homenaje al grupo que había elevado el nombre de su tierra a la cúspide del arte escénico.
Décadas después, el recuerdo aún vive. En octubre de 2013, los actores originales volvieron a subirse al escenario durante las Fiestas de La Cabuya. Con las arrugas de los años, pero con el mismo fuego en la mirada, revivieron la obra que los convirtió en leyenda.