Del mercurio al oro


 Por: Eugenio Buitrago Marín

Incertidumbre, impotencia, rabia, desesperanza; cualquier calificativo que genere un sentimiento contrario al deseo de conservar intacto el pedazo de lote en el cual habitan personas con arraigos profundos, es insuficiente para clamar al mundo el descontento generalizado de propios y extraños a la intensión de La Agencia Nacional de Minería en conceder concesiones a empresas extractoras de recursos no renovables para aumentar sus capitales financieros.

Al expresar de una manera displicente, “pedazo de lote”, se hace referencia a una porción mínima de terreno, que por su tamaño, es menor si la comparamos con otros municipios cuyos territorios son más extensos y que tienen una menor población comparada con la de Aranzazu. Aunque ese no es el caso, pero si comparable, no es un secreto que Aranzazu cuenta con una zona muy limitada y que las intenciones de convertirla en un área minera, acabaría por desaparecerla, es decir, su población tendría que emigrar, o convertirse en parias en su propio territorio.

El primer intento minero en la localidad, demostró ser un desastre; aunque su extracción fue a través de socavones y no a cielo abierto, no tuvo relevancia importante a nivel económico para el municipio, pero sí los efectos en la salud de quienes por ese tiempo trabajaban en la mina de mercurio. La mayoría terminaron con quebrantos de salud muy delicados que conllevaron a la perdida de sus habilidades físicas, porque la radiación del metal hizo estragos en su organismo; posiblemente de ese hecho nace el apodo para los aranzacitas de “los tullidos”. De ese entonces hasta ahora, solo queda el mal recuerdo en las mentes de quienes aún lo tienen grabado en su memoria, porque en materia económica, Aranzazu no se lucró, no se desarrolló, no progresó.

Para el segundo intento y no menos peligroso, llegó la fiebre del oro verde, también con su escalada destructiva y aplastante para el medio ambiente, convirtiendo el paisaje cultural cafetero del municipio, en un paisaje solitario de verdes monocultivos. Los bosques nativos que circundaban la cabecera municipal, desaparecieron; varías especies de fauna no se encuentran, emigraron a otros territorios, privando de su hermoso encanto y colorido el disfrute a la vista de quienes aman y respetan las maravillas de este mundo. Excesiva contaminación de las aguas de las cuales se surte el consumo humano campesino a consecuencia de la fumigación; aire tóxico para las pequeñas aves que encuban sus huevos sin eclosionar, debido a la infertilidad de los mismos. Las ganancias económicas para el municipio por concepto de impuestos, están lejos de ser una realidad, dado que se fugan hacia otros entes territoriales.

Termina entonces con la tercera intención, nefasta de antemano, anacrónica, exterminadora, pretenciosa e inequitativa, que vislumbra desesperanza, pobreza para muchos y riqueza para pocos. El asunto de la minería a cielo abierto no deja de ser controvertido, suscita sentimientos encontrados de quienes no conocen sobre el tema pero que en el fondo, la reflexión sobre el mismo conlleva a comprender la dimensión del problema ambiental, social y económico al cual se enfrentarían los municipios del norte y oriente caldense.

Ningún pueblo que se encuentre en los alrededores de lugares que practican la extracción minera, ha surgido de alguna manera favoreciendo a sus pobladores; Marmato, es un ejemplo de ello, y por tal razón, sus pobladores habrán de resistirse ante semejante despropósito, procurando conservar la identidad cultural, social y económica que ha caracterizado al municipio de Aranzazu.

Si del mercurio quedaron secuelas, del oro y otros metales no quedará el recuerdo de quienes con esfuerzo y dedicación, labraron el camino de una sociedad que se constituyó como una de las más pujantes y prósperas del norte de Caldas. Resta entonces esperar y estar atentos.

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