
El
homenaje póstumo que ha de celebrársele a una persona, debiera ser en vida y no
cuando por circunstancias adversas al deseo de vivir, se enfilan al desconocido
mundo del sueño eterno del cual nunca se regresa. Pero ¿Cómo saber el momento exacto en que ha
de hacerse?, ¿Cómo saber el día en que el espíritu abandona su cuerpo y parte de
esta tierra hacia lo desconocido, hacia la eternidad?.
Sin
saber lo anterior, podemos dar fe en vida y aún después de su muerte, de las acciones
y obras que haya realizado todo aquel que tuvo su fugaz paso por la vida y en
este caso, vale la pena exaltar las virtudes y el buen obrar de un hombre que
marcó la vida social e institucional en el municipio de Aranzazu.
Octavio Zuluaga Torres, hijo de La Historiada Princesa del
Norte, de noble y respetada familia, persona desbordada de valores, principios
y de grandes convicciones; líder ingénito por su bondad y naturaleza humana,
hombre de sanas costumbres, fiel a su religiosidad y sobre todo apasionado por
su familia y la política desde donde sirvió con ahínco y sobre todo con pasión.
Como
hombre de familia, merece todos los halagos, toda vez que llevó a la máxima expresión la idea que la unidad
familiar es el bastión de la sociedad; padre amoroso y esposo ejemplar, amigo
incondicional, servidor del prójimo y de la multitud. Como padre, el mejor
ejemplo para sus hijas e hijo, como esposo, el mejor amigo y compañero de su
esposa; batallador incansable en las luchas políticas y un fiel devoto a su creencia
religiosa.
El
líder que siempre estuvo al frente de todos los proyectos sociales que tuviesen
que ver con el servicio social desinteresado, animador por instinto, servidor
generoso y voluntario, sencillo y escueto. Hombre de grandes labores y de muchas
ideas; calificativos propios de una gran persona. Diputado, alcalde, bombero,
socorrista, en total un hombre de bien.
Su
labor en la política le mereció reconocimientos por parte de muchas
personalidades del ámbito nacional y departamental; siempre fiel a su partido
del alma, El Conservador, por el cual inclinó todas sus intenciones al servicio
de su amado municipio. El maestro que enseñó con su ejemplo cómo llegar a
conquistar un triunfo político hacia la alcaldía, cómo llevar al senado y a la
cámara de representantes a quienes consideraba líderes útiles a los intereses
de un pueblo. Su nombre colocó en lo más alto
de los estándares administrativos, el emblema del progreso para Caldas y
Aranzazu.
Exaltar
la noble e incansable labor de Octavio Zuluaga Torres debe ser una premisa de
quienes compartieron día a día, la lucha incesante por construir una mejor
oportunidad para las comunidades más vulnerables a través del quehacer
político. Dios otorgue el placer de contemplar su rostro a este gran hombre.
Hasta
siempre mi amigo
Paz
en su tumba y fortaleza a Gladys, Paola, Viviana y Jorge.