"El alma paisa”, de Francisco Javier López

Este texto es el prólogo al libro “El alma 
paisa”, que sale a circulación esta semana.


La primera impresión que la lectura de este libro produce en el lector es la de que este médico, que a su preocupación por los temas de la salud suma su pasión por la escritura, es un investigador profundo, de esos que quieren aclarar sus dudas yendo a las páginas de la historia para dejar constancia de su interés por encontrarle explicación a los sucesos que quiere contar con claridad. Ratón de biblioteca se les dice a las personas que hurgan en libros y archivos para hallar argumentos que le den solidez histórica a sus investigaciones. En el caso de Francisco Javier López, el autor de este libro que explica con datos creíbles de dónde vienen las raíces de la denominada raza paisa, su vocación por desentrañar el porqué de las costumbres de las gentes nacidas en una región que ha aportado al país grandes valores intelectuales lo ha llevado a pasar días enteros encerrado en una biblioteca para tener certeza de lo que escribe. 


Y la primera prueba de que escribe con responsabilidad, sin darle crédito a falsas interpretaciones históricas, es que dedicó quince años de su vida a escribir este libro que interpreta la idiosincrasia de una raza emprendedora para la cual no existen obstáculos cuando de hacer realidad los sueños se trata. Se metió tanto en la investigación, exploró tanto en Internet, leyó tanto libro sobre el tema, que el fruto de todo ese trabajo quedó consignado en esta obra que abre horizontes para entender por qué los paisas somos como somos: aventureros, amantes del dinero, emprendedores, enamoradizos, de palabra fácil, audaces para los negocios, deseosos de conquistar el mundo, fuertes ante las dificultades, sin temor ante los peligros y con una fe ciega en Dios. Francisco Javier López lo dice con sinceridad en la introducción: “Busque mis esencias paisas en los anaqueles de las bibliotecas y en los relatos de personas diamantinas”. 


En estas páginas se explica con detenimiento de donde viene nuestras raíces. El autor dice que el pueblo paisa “se formó de tres grupos humanos: los Embera Katios, los europeos y los africanos”. Afirma que se fue extendiendo, debido a la colonización antioqueña, en lo que hoy son Caldas, Risaralda y Quindío. Aunque no se detiene mucho en el proceso poblacional que se dio en estas regiones después del año 1800, cuando empezó la migración antioqueña hacia las tierras del sur, si aporta claves para entender por qué nos identifican unas mismas costumbres y por qué somos tan apegados a nuestras tradiciones culturales. En este sentido, hace énfasis en que las raíces paisas están en la conformación de la tribu arriba mencionada. Para el autor, en esos aborígenes está la esencia de lo que somos como comunidad. En su concepto, los pobladores de estos tres departamentos heredamos de ellos lo que somos.


Este libro es un compendio amplio sobre la antioqueñidad. Aquí están expresadas todas las manifestaciones que le dan a la raza paisa una preponderancia en el contexto nacional. Se habla no solo de nuestras costumbres ancestrales, sino que se indaga en cómo fue la conformación de estos territorios desde los tiempos de la conquista. Para explicarlo, Francisco Javier López cita a Cieza de León, el cronista que llegó con los españoles para dejar una memoria escrita de su paso por estas tierras. Pero también a los historiadores que han hurgado en el pasado de esta región para esclarecer cómo era la forma de vida de los aborígenes, cómo se dio el intercambio comercial en los primeros años, cómo fue surgiendo una raza que desbrozó montañas para fundar pueblos, cómo se produjo el poblamiento de nuestros pueblos y cómo se fue afianzando el desarrollo hasta convertirse Antioquia en la madre nutricia de un amplio espacio geográfico. Todo contado en un lenguaje limpio, alejado de florituras, entendible para el lector común.


Una teoría esbozada por el autor de este libro puede levantar polémica. Es la que hace referencia al canibalismo. Siempre se ha dicho que las tribus que habitaron lo que hoy es Colombia practicaban la antropofagia. Francisco Javier López se atreve a decir, con elementos de juicio, que en esta zona del país la población indígena no fue antropófaga. Sostiene que a nuestros aborígenes “los demonizaron para poderlos arrasar, para justificar sus matanzas”. Explica que el hombre no es caníbal por naturaleza. Así lo afirma: “Nuestros colmillos no están hechos para descuartizar y nuestras manos no tienen garras”. Para afirmarlo, se explaya en consideraciones científicas. Cita el libro El mito del canibalismo, antropología y antropofagia, de W Arens, profesor de antropología de la Universidad de Nueva York, donde dice que “canibalismo y resistencia llegaron a ser sinónimos”, observando que con esa estigmatización “legitimaron las bárbaras reacciones de los españoles”. Este libro que usted amable lector tiene en sus manos es un tratado bien estructurado sobre la forma de ser de los descendientes de la raza antioqueña. Al autor no se le queda nada por fuera para aproximarse a lo que él llama el alma del paisa, ese conjunto de cosas que hacen de los pobladores de una vasta región colombiana personas con un auténtico sentido de pertenencia por lo que su tradición cultural representa. Aquí están interpretadas las leyendas que han trascendido de generación en generación sobre los mitos que hacen parte de la cultura paisa, el aporte de esta raza a la abolición de la esclavitud, los dichos propios de quienes nacieron en esta tierra, las creencias que han llenado la vida de personas que han aportado al crecimiento de Colombia y las manifestaciones artísticas de un conglomerado humano que se siente orgulloso de sus raíces.

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