Por: José Miguel Alzate
El Canal
Caracol está anunciando para este sábado la
presentación del primer capítulo de una serie basada en la novela “La rebelión
de las ratas”, de Fernando Soto Aparicio. Que exactamente cuatro años después
de haber fallecido (2 de mayo de 2016), un canal de televisión de la
importancia de Caracol se interese en proyectar para los colombianos la obra más representativa del
novelista nacido en Socha el 11 de octubre de 1933 reafirma que este autor
boyacense sigue vigente. La novela está próxima a cumplir sesenta años de haber
sido publicada, y las editoriales continúan incluyéndola en su catálogo. Esto
confirma que su lectura sigue despertando interés en esos colombianos que
entienden que la realidad social allí narrada se sigue viviendo en Colombia.
¿Por qué razón digo que esa realidad
social que expone “La rebelión de las ratas” sigue
vigente en Colombia? Es sencillo explicarlo. En la década del sesenta, cuando
la novela vio la luz pública, Colombia era todavía un país rural. La migración
del campo a la ciudad no era entonces ese fenómeno en que se convertiría años
después, cuando los campesinos empezaron a abandonar sus tierras para buscar
mejores oportunidades en la ciudad y, sobre todo, la posibilidad de brindarle a
sus hijos mejor calidad de vida. Para esa década todavía el campo colombiano
estaba a oscuras, y el desplazamiento a las cabeceras municipales se hacía a
lomo de mula. Recordemos que en Colombia la electrificación rural solo se vino
a dar a finales de esa década.
“La rebelión de las ratas” narra la vida de un campesino que, cansado de trabajar la tierra, un día decide abandonar su parcela para buscar en la ciudad un mejor futuro. El personaje se llama Rudecindo Cristancho. Allá en la finca escuchó en la radio que a Timbalí, el pueblo más cercano, había llegado la Compañía Carbonera del Oriente, que venía a explotar un yacimiento de carbón. Como era apenas un agregado, vio en la llegada de esa empresa la oportunidad de tener un mejor salario. Quería salir del campo para poderle brindar estudio a los hijos. Llegó al pueblo con su familia: Pastora, la esposa, que tenía cinco meses de embarazo; Mariena, la hija mayor, que era ya una muchacha hermosa; y Nicolas, de nueve años, que empezaba a entender las privaciones de la pobreza.
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El escritor Fernando Soto Aparicio | Foto | Revista Semana |
Lo que narra Fernando Soto Aparicio en
esta novela que obtuvo en 1962 en España el Premio Ediciones en lengua española
los vemos los colombianos todos los días. Cientos de familias abandonan el
campo porque ven en la ciudad la posibilidad de obtener mejores ingresos. Lo
hacen, también, por el desplazamiento forzado que ocasionan los grupos armados.
Como le sucede a Rudecindo Cristancho, esos campesinos llegan a la ciudad con
los bolsillos vacíos. Y mientras encuentra trabajo, se establecen en los
cinturones de miseria porque no tienen con qué pagar el arriendo de
una vivienda digna. Fue lo que le pasó al personaje principal de “La rebelión
de las ratas”. Tuvo que ubicarse con su familia en el basurero del pueblo, en
un humilde rancho cubierto con latas y cartones.
Rudecindo Cristancho vive momentos difíciles.
El primero, cuando El diablo, que es el matón del pueblo, quiso abusar de su
hija de quince años. Nicolás, el hijo menor, vio al hombre tratando
de besarla a la fuerza. Queriendo protegerla, tomó un zuncho que encontró en la
basura y, con rabia, lo lanzó a las piernas del hombre, hiriéndolo. Por esta razón, fue conducido a
la cárcel. Para sacarlo, el papá tuvo que aceptar que El diablo tuviera relaciones con su
hija. Todo porque, como el alcalde le tenía miedo, hacia lo que él le ordenara. El
segundo, cuando el mismo Nicolas robó la alcancía de la iglesia. Lo hizo para
comprar un atado de panela porque en la casa estaban pasando hambre. No podía
permitir que la mamá viviera esta angustia. Era consciente de que tenía en el
vientre un bebé para alimentar.
Esa realidad social que expone “La
rebelión de las ratas”, la novela de Fernando Soto Aparicio, es visible en
Colombia. Miremos lo que pasa con las personas que llegan a las ciudades
desplazadas por la violencia. Muchas no tienen con qué llevar comida a la
casa. En las calles vemos mujeres con sus hijos implorando la caridad pública.
Y el desempleo acrecienta las desigualdades sociales. Esa injusticia social que
muestra la novela está latente en nuestro país. Como le sucedió a Rudecindo
Cristancho, mucho trabajador no recibe un sueldo justo, y debe participar en
protestas públicas para exigir mejores condiciones salariales. La denuncia
social, implícita en la novela, es motivo para invitar a los colombianos para que
vean este sábado, en Canal Caracol, “La rebelión de las ratas”.