Marmato: el pesebre de oro

Por: José Miguel Alzate
Foto | Cortesía
Por su ubicación loma arriba sobre la arisca ladera del cerro El Guamo, Marmato fue bautizado con el apelativo de "Pesebre de oro de Colombia". Todo porque observado desde la carretera que lleva hasta su calle principal, el pueblo semeja un pesebre cuyas casas se agarran contra el cerro como desafiando a la naturaleza. Observado en la noche, cuando ya el sol ha escondido su cara de manzana y solo la luna aparece coqueta en el horizonte, se comprende por qué se le puso este nombre. Ahí está la postal romántica de un pueblo que parece dormir sobre la ladera, arrullado por el viento que sopla desde lo alto de la colina. Las luces que apenas se asoman por las ventanas dan la sensación de que se está contemplando, en la distancia, un paisaje iluminado por cocuyos que parpadean somnolientos. 


Es uno de los pueblos más antiguos de Caldas. La historia dice que hacia 1536, Sebastián de Belalcázar recorrió sus terrenos con varios de sus hombres. Dos años más tarde, de paso hacia lo que hoy es Anserma, el Mariscal Jorge Robledo también cruzó por estas tierras que son reconocidas en todo el país por su riqueza aurífera. No se conoce, sin embargo, la fecha exacta de su fundación. Aunque algunos señalan que en 1537 el mismo Belalcázar y su compañero de andanzas Juan Badillo declararon fundado el pueblo, el hecho de que se reconozca a Anserma como el primer pueblo fundado en esta región hace pensar que la fundación de Marmato debió haberse dado años más tarde. Inicialmente fue fundado en el sitio donde está ubicado el corregimiento de San Juan. 


Ubicado en el sector noroeste del departamento de Caldas, las tierras de este pueblo que tiene características diferentes a la de los demás municipios caldenses fueron habitadas en un principio por las tribus Cartamas, Moragas y Curozapes, pertenecientes a la familia de los indios Ansermas. En el siglo XVII estos terrenos formaban un inmenso latifundio donde habitaban 71 esclavos que se dedicaban a la minería, extrayendo el oro que los españoles habían descubierto en las entrañas de la tierra. Hacia el año 1760 estos terrenos tenían un solo dueño, el señor Agustín de Castro y su esposa Gertrudis. Por esta misma época las minas fueron abandonadas no se sabe por qué razón, y los esclavos fueron trasladados al Chocó. Años después llegaron algunos extranjeros que empezaron a explotar las minas. 


La construcción de las casas sobre la ladera del cerro El Guamo se fue dando poco a poco por parte de los mineros. Como vivían en el sector que hoy se conoce como corregimiento de San Juan, el traslado todos los días hasta las minas demandaba un gran esfuerzo. Decidieron entonces empezar a construir sobre la ladera, encima de los socavones de donde extraían el oro. Por esta razón su construcción posee una característica especial: está levantado casi en forma perpendicular sobre la ladera, desafiando la ley de la gravedad, agarradas sus construcciones en la tierra. Marmato no tiene calles ni carreras. Dos caminos empedrados ascienden desde la calle principal hasta la parte alta, bifurcándose en algunos puntos.  


La construcción de las casas sobre la ladera del cerro El Guamo se fue dando poco a poco por parte de los mineros. Como vivían en el sector que hoy se conoce como corregimiento de San Juan, el traslado todos los días hasta las minas demandaba un gran esfuerzo. Decidieron entonces empezar a construir sobre la ladera, encima de los socavones de donde extraían el oro.

Una de las características de este pueblo que no parece conservar la tradición de los poblados antioqueños en su construcción es el hecho de que es, quizá, el único pueblo de Colombia que no tiene atrio, ni parque de Bolívar. Diferente a los demás pueblos que conservan el legado de la cultura antioqueña, la iglesia fue construida seis cuadras abajo del lugar donde funciona el edificio de la alcaldía. Fue levantada a ras del pavimento, sin siquiera hacerle un andén. Tampoco tiene cúpula ni torres.  Y a su alrededor no se estacionan los camperos Willyz característicos de los pueblos caldenses. Marmato es una de las pocas poblaciones cafeteras que no dispone de este medio de transporte. La gente se moviliza hacia las veredas en chiva, o en camionetas acondicionadas como vehículos de pasajeros. 


La explotación del oro está ligada a la historia del municipio. Los españoles que llegaron hasta sus tierras en la época de la conquista lo hicieron atraídos por el metal que había en las entrañas de la montaña. Mineros de distintas partes del país llegaron hasta estas tierras contratados para sacar el oro. Pero también llegaron las compañías extranjeras que explotaron las minas durante muchos años, llevándose su riqueza. Ciudadanos ingleses, alemanes, franceses y suecos dejaron leyendas que hablan sobre la explotación de los mineros. Como reza la placa del monumento a la virgen María levantado frente a la entrada principal de la iglesia, los extranjeros se llevaron la riqueza, y a los marmateños les quedó únicamente la pobreza. Desde la carretera se observan las entradas a los túneles abiertos en la montaña. 


El valor autóctono de la cultura de este municipio que parece estar olvidado por el gobierno nacional no obstante producirle riqueza al país se expresa en sus manifestaciones artísticas. Las costumbres de sus primeros moradores son interpretadas en danzas llenas de colorido, que expresan la tradición de la raza negra que habitó durante muchos años estas tierras. Cuna de escritores, poetas, músicos, en Marmato nació uno de los escritores caldenses que mejor reflejó en su obra el sufrimiento de los mineros: Iván Cocherín, seudónimo de Jesús González Barahona. Uno de sus obras más representativas, la novela "Derrumbes", es una interpretación de la angustia que se vive en los socavones, donde el hombre se enfrenta a la tierra para extraerle su mineral. 


Marmato es el último vestigio que queda en Caldas de una cultura que se niega a desaparecer: la cultura de las minas. Por donde se camine se encuentra uno con las tradiciones propias de los mineros, con sus creencias, sus mitos y sus leyendas. En el sector del llano, donde funcionó un antiguo palenque, y a donde está siendo trasladado el pueblo, se conservan los ritos y bailes africanos, además de los petroglifos de la ermita. Entre las leyendas que cuentan los habitantes del municipio están las de la agüita de cascabel, el espanto de la Chamba, la leyenda de cabras y el perro de Maibá. Iván Cocherín le cantó así: "Gota de llanto en la angustia, filón de oro en las tinieblas, en socavón luz bronca. Volcanes de caparrosa alinderado de abismos, la muerte andando despacio por laberintos de piedra".

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