Rubén Darío Ocampo había encontrado en la técnica muralista su propia forma de expresión artística.
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Foto | Cortesía |
Hijo del caricaturista Bernardo Ocampo García y de Tulia
Buitrago Martínez, nació en La Merced el 16 de septiembre de 1947. Sin
embargo, cuando contaba apenas con un
año de edad su familia se trasladó a vivir a Aranzazu debido a que su padre fue
nombrado maestro de la Escuela Manuel Gutiérrez Robledo. En este plantel cursó
los estudios primarios. El bachillerato lo realizó hasta cuarto en el Colegio
Pío XI, pasando luego al Colegio Pío XII de Salamina. En la Escuela de Bellas
Artes de la Universidad Nacional, en Bogotá, realizó cursos intensivos de
pintura. Se inició como dibujante en una agencia de publicidad. La vena
artística la heredó de su padre. Aunque no se ha preocupado mucho por realizar
exposiciones individuales ni participar en muestras colectivas, sus trabajos
pictóricos han sido exhibidos con éxito en diferentes ciudades del país. En un
tiempo, apenas iniciándose en los caminos del arte, durante las temporadas
taurinas realizó muestras en hoteles de Cali, Medellín, Cartagena y Manizales,
donde expuso sus cuadros sobre tauromaquia.
Rubén Darío Ocampo había encontrado en la técnica muralista su
propia forma de expresión artística. En este sentido, realizó trabajos que
mostraban a un pintor de extraordinarias dimensiones creativas. Fue el restaurador del hermoso
mural que engalana el salón de actos del Instituto Universitario de Caldas, en
Manizales, obra del maestro Sandy Arcila. Allí pintó dos hermosos murales
laterales que complementan el trabajo realizado por Arcila. En ese trabajo
demostró su talento. En sus manos el mural cobró nueva vida. La pintura tomó
una expresión de autenticidad, como si hubiera sido el mismo artista que lo
pintó quien realizó el trabajo de restauración. La historia de la ciudad que la
obra enseña conservó su esencia creativa. Es decir, en ningún momento el
artista se tomó licencia para cambiar la concepción artística de la pintura.
Aquí demostró que dominaba las técnicas muralistas.
Fue el restaurador del hermoso mural que engalana el salón de actos del Instituto Universitario de Caldas, en Manizales, obra del maestro Sandy Arcila
El mural que pintó en el parque de Aranzazu es una obra que
perdura no solo por la calidad de sus acabados sino por el mensaje que la obra
expresa. En este trabajo Rubén Darío Ocampo combinó perfectamente sus
capacidades pictóricas con la expresión vivida del pasado histórico del
municipio. El mural es una poesía en pintura. Los colores, la claridad, la luz,
las texturas, muestran un artista completo, que sabía expresar con la magia de
su paleta el sentido de la vida. Lo mismo puede decirse del mural que pintó en
el Hogar Santa Catalina. Allí también hay una poesía comprimida, que se expresa
en un lenguaje sutil. El artista pintó el mundo que lo rodea, llenando de vida
el espacio donde plasma su obra. Las figuras tienen allí una concepción
artística. La mano del pintor les daba fuerza expresiva, les proporcionaba vida,
les imprimía un aliento poético. Son obras que, al observarlas, transmiten
cierta paz interior.
Ocampo dejó el pincel para descansar en el cobijo de la muerte. El pintor dejó de existir el pasado 25 de enero, después de sufrir un infarto fulminante.
EL CALDENSE
Tomado de: Aranzazu: Su historia y sus valores - José Miguel Alzate