"Los dormidos y los muertos", una novela histórica

¿Qué lo lleva a uno a sumergirse en la lectura de una novela escrita por un autor de quien nunca ha leído nada? En la mayoría de los casos, la recomendación de un escritor. Otras veces el comentario de la contracarátula, que siempre habla sobre el argumento del libro. En el caso de “Los dormidos y los muertos”, novela del médico caldense Gustavo López Ramírez, el gancho para asumir su lectura fue el artículo publicado en este diario por el historiador Jorge Orlando Melo, donde dijo que descubrió una novela de altísima calidad literaria. Después de ese elogio, Harold Alvarado Tenorio, Angel Castaño Guzmán y Enrique Santos Molano escribieron sobre este libro. Que cuatro escritores coincidan en valorarlo como una gran novela histórica es suficiente para querer leerla. 

En “Los dormidos y los muertos” se narra, en una prosa que conserva el ritmo narrativo en sus 480 páginas, gran parte de la historia de Colombia. Gustavo López Ramírez lleva de su mano al lector para contarle cómo fueron esos hechos que causaron tanto dolor debido a la cantidad de sangre derramada. La violencia que azotó al país entre los años 1930–1966 está contada en este libro con una minuciosidad que asombra. La novela se inicia con el relato verídico de la muerte de Laureano Gómez el 13 de julio de 1965, y termina con la narración de la forma como el Ejército dio de baja al padre Camilo Torres el 15 de febrero de 1966. Aquí se muestra cómo el discurso del sacerdote influyó en una cantidad de jóvenes que vieron en sus ideas el deseo de cambiar el sistema político del país. 

López Ramírez se apropia de esas dos fechas para contar la historia de la familia Almanza desde el momento en que Deogracias, el padre, abandona a Pamplona, con su esposa Adelaida, para establecerse en Manizales. Huye de esa población después de que, con un compañero, matan al sargento Anselmo Tarazona, alcalde militar de Chinácota, en represalia por haber asesinado de varios tiros al sacerdote Gabino Orduz. Lo hicieron porque escucharon en la radio que Monseñor Miguel Angel Builes había dicho que matar liberales no era pecado. Al sacerdote lo mató el sargento porque dijo en el pulpito que los liberales no creían en Dios. Deogracias llegó a la capital caldense porque era la única ciudad donde las autoridades podían protegerlo. Esto en razón a que Manizales era un fortín conservador. 

De ese hecho violento parte una narración ágil, manejada con solvencia literaria, en un estilo depurado, donde se cuentan los sucesos violentos que hasta el año 1966 conmovieron a Colombia. Fruto de una investigación minuciosa, Gustavo López Ramírez reconstruye literariamente la toma de Simacota por parte del Ejército de Liberación Nacional el 7 de enero de 1965. Y el asesinato del maestro Ramón Cardona García, director del Conservatorio de Música de Caldas, por la banda de Chispas, cuando se desplazaba con sus músicos entre La Línea y Calarcá, el 28 de junio de 1959. Y la masacre, el 5 de agosto de 1963, de treinta y nueve obreros de carreteras adscritos a la Secretaria de Obras Publicas de Caldas, cometido por la banda de Desquite en el sector de La Italia, en el oriente caldense.  

En “Los dormidos y los muertos”, nombre que recuerda el título de la que ha sido considerada la mejor novela sobre la Segunda Guerra Mundial, “Los desnudos y los muertos”, escrita por Norman Mailer, el novelista caldense narra cómo se inició la violencia en Colombia. No hace mención al primer enfrentamiento armado entre liberales y conservadores, en la población de Capitanejo, en diciembre de 1930, donde hubo once muertos. Pero si narra cómo las fuerzas del orden se tomaron el municipio de El Líbano el 6 de abril de 1952. Y el ataque militar contra Villarrica, Tolima, por orden de Gustavo Rojas Pinilla, donde fueron desplazados cinco mil campesinos, hecho que dio vida a las guerrillas liberales del Sumapaz y de Los Llanos, bajo el mando de Guadalupe Salcedo y de Juan de la Cruz Varela. 

La novela registra la actitud de los colombianos frente a la violencia política desatada por Laureano Gómez. Pero también penetra en el alma de los personajes para mostrar sus actitudes frente a la muerte, la soledad, la desesperanza, la política y los problemas de la vida diaria en una época en que la religión tenía una influencia inmensa en la vida de las familias. El Almanza Plata es el prototipo de esos hogares donde desde la niñez se inculcan en los hijos principios cristianos. Los padres luchan por conducirlos por el buen camino. Sin embargo, tienen que aceptar la realidad de una sociedad que se descompone. Un día la mama descubre que Antonieta, la hija mayor, está en embarazo. Para ocultarlo, la envían a una institución en Bogotá mientras nace el bebé. Pero este muere en la incubadora. 

El hilo narrativo de “Los Dormidos y los muertos” conduce al lector por la vida de una familia donde el padre es un ferviente seguidor de Laureano Gómez. Deogracias Almanza es un conservador recalcitrante que ve al líder que firmó el Pacto de Benidorm con Alberto Lleras Camargo el 24 de julio de 1956 como al salvador de Colombia. Piensa que es el único político con carácter para manejar el país. Pero tiene que convivir con una esposa y unos hijos que no comulgan con su idolatría. En diálogos donde fluye ágil el pensamiento de los personajes, ellos le hacen ver que Laureano Gómez es el responsable de esa violencia que desangra a Colombia. La gran paradoja es que tres de sus hijos terminan haciendo parte de un grupo armado que defiende las ideas del padre Camilo Torres. 

“Los dormidos y los muertos” es una novela con fondo ideológico, narrada en un lenguaje limpio, salpicada a ratos por términos escatológicos. Un libro que oscila entre la ficción y la realidad. ¿Cuál es la realidad? El surgimiento del Frente Nacional, el ingreso de Camilo Torres a la guerrilla y el engaño a los guerrilleros del llano después de haber entregado las armas. ¿Y la ficción? Lo que sacude a la familia Almanza: el retiro de León Décimo del seminario para terminar enrolado en una célula guerrillera, el deseo de Eccehomo por hacer el amor con la Luxemburgo, la tristeza de Deogracias por la muerte de Laureano Gómez, el suicidio de Antonieta cuando descubre que tiene cáncer de seno, la detención de Eccehomo por participar en el atraco a un banco y el renegar de Alvaro Pio de la existencia de Dios. Todo contado en una prosa alegre, que invita a sumergirse en su lectura. 
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