Aquellos años sesenta



Siempre se ha dicho que la década de los años sesenta marcó toda una época en la historia de los movimientos culturales. Fue durante esos años que surgió a la vida pública una  generación que quiso romper con sus posiciones iconoclastas  todas las estructuras, convocando a las juventudes alrededor de una forma nueva de concebir su presencia en el mundo. En el arte, en la política, en la música, en la moda, aquellos años fueron definitivos. Porque marcaron a toda una generación que encontró en la protesta una forma de manifestar su inconformismo. El movimiento hippy fue el producto del desencanto de una juventud que estaba hastiada de todo, que con su actitud pacifista quería cambiar el mundo, que protestaba por las atrocidades cometidas en la Guerra de Vietnam. 

Apareció entonces la marihuana. Y con ella el cabello largo en los hombres, los blujeans desteñidos de las mujeres, los collares baratos en el pecho, las consignas pacifistas como "Haga el amor y no la guerra". Aparecieron también las grandes manifestaciones culturales. Jean Paul Sartre y Simone de Beavoure encabezaban protestas estudiantiles en los Campos Elíseos de París. En Estados Unidos, mientras tanto, se realizaba el Festival de Woodstock, que era un grito de libertad. Fue la época de los grandes adelantos científicos. Se descubrió el nylon. Y Neil Armstrong se convirtió en el primer hombre que pisó la luna, el 20 de julio de 1969. Pablo VI fue el primer pontífice en visitar un país de América Latina. Fueron los años gloriosos de la minifalda.

En el campo donde más se sintió la fuerza expresiva de una juventud desbordada fue, indudablemente, en la música. Fue la década maravillosa. Surgieron grupos musicales como Los Beatles y los Rolling Stone. La juventud intentaba parecerse a ellos. La música rock estaba en su furor. Elvis Presley y Carlos Santana eran los ídolos del momento. Impusieron la moda de las patillas largas, los pantalones bota campana y las camisas de cuello sicodélico. Su música, a veces estruendosa, identificó a toda una generación. El sonido de las baterías y las guitarras eléctricas se impuso en todo el mundo. Los cuatro chicos de Liverpool estremecían con sus canciones. Con Let it be conquistaron a una generación que vio en ellos a sus verdaderos ídolos. 

En los países de América Latina el rockanrool hacía furor. Y empezaron a surgir cantantes que se convirtieron en el símbolo de toda una generación. Enrique Guzmán y César Costa, en México, fueron los nuevos ídolos de la juventud. En Argentina empezaban a sonar Leo Dan,  Palito Ortega, Beto Fernán, Yaco Monti, que rápidamente extendieron su estilo hacia los demás países. Raphael, Camilo Sesto y Nino Bravo imponían desde España sus éxitos musicales. Y Matt Monro, Hervé Vilard, Gigliola Cinquetti, Nicola di Bari y Salvatore Adamo llegaban desde Europa cantando en un estilo refrescante. Surgieron las modas Ye-yé y Go-gó. En el campo literario apareció en Colombia, con algún estruendo, el movimiento Nadaísta. Gonzalo Arango era el gran pontífice de la poesía.

El deseo de cambio que inspiraban los años sesenta se sintió en los movimientos revolucionarios. Fidel Castro era mirado como un símbolo de la revolución después de haber derrocado a Fulgencio Batista. Ernesto Che Guevara se internó en las montanas bolivianas en su intentó por exportar la revolución cubana. El pensamiento de Marx, de Engels, de Lenín, sedujo a muchos jóvenes que simpatizaban con sus ataques al capital. Fruto de esta coyuntura en Colombia surgió el Ejército de Liberación Nacional, que era entonces una guerrilla idealista, llena de convicciones ideológicas. La toma de Simacota la mañana del 7 de enero de 1965 fue su bautizo de fuego. Camilo Torres Restrepo, el cura guerrillero, irrumpió en el panorama nacional con sus ideas de avanzada. 

Y universitarios idealistas como Jaime Arenas Reyes y Ricardo Lara Parada empuñaron las armas para buscar el cambio. El bandolerismo estremecía al país. Hombres como Desquite, Chispas y Sangrenegra asolaban los campos. Pero también fue una década grande para la cultura. Gabriel García Márquez publicó, el 30 de mayo de 1967, "Cien años de soledad". Daniel Samper Pizano ya era el mejor periodista de Colombia.  Y Fernando Botero, por su parte, demostraba ya su calidad artística. Oscar Golden, Harold, Vicky, Nelson Arango y Leonardo Alvarez eran los ídolos de la juventud colombiana. El club del clan los mostraba como los innovadores en el género de la balada. Es por todo lo anterior que los años sesenta seguirán despertando toda clase de nostalgias.

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