Será publicado nuevo libro de José Miguel Alzate


“Cuando en sueños Amanecer conoció el bosque” es el título de la novela infantil del escritor aranzacita José Miguel Alzate que sale a circulación en los primeros días del mes de marzo. La obra, de 124 páginas, con ilustraciones, narra la historia de una niña de seis años que a través de los sueños se comunica con un amigo imaginario que vive en un bosque. Será publicada por la empresa Li Distribuidores, de Barranquilla, y su presentación en Aranzazu tendrá lugar el último miércoles de marzo. Como una primicia literaria, El caldense.com publica este capítulo cedido por el escritor. 

Del jarrón dorado de donde había brotado la danzarina que se esfumó por un orificio del salón salió como por arte de magia una nube de humo azul que se regó por todos los espacios. Primero ascendió hasta el techo como una alígera columna de vapor. Luego se fue regando en el aire hasta que, sin más espacio allá arriba, empezó a llenar la parte baja, donde se encontraban Amanecer y Tilolilo. A medida que se esparcía, iba llenando el ambiente con un olor a fragancias exóticas. Era un olor agradable al olfato, como de aromas florales. Olía a eucalipto, a esencia de vainilla, a sándalo. 

Aguzando el sentido del olfato, Amanecer percibió un olor a hojas de almendro quemadas, a jazmines nocturnos, a fragancia de nardo. Era un olor suave, exquisito, que le penetraba por la nariz invadiéndole todo el cuerpo. Tilolilo lo percibió cuando trató de buscar debajo de la mesa de cristal alguna puerta secreta para salir de allí. “Huele rico”, le dijo a Amanecer mientras observaba la mesa por todos los lados. “¡Sí!”, contestó ella como en un murmullo, la voz delgada, la nariz absorbiendo esos aromas que ya invadían todo el salón. 

Los olores se hacían más intensos a cada minuto que transcurría, como si en el fondo del jarrón dorado estuvieran quemando plantas o preparando fragancias. Desde el sitio donde se encontraba Amanecer miró, inquieta, la boca del jarrón. Entonces vio cómo, sorpresivamente, por esa boca asomó la cabeza de un conejo que tenía en la boca una llave de oro. Al instante volvió a escuchar la misma voz que les habló cuando trataron de coger las frutas de la bandeja de plata. Esta vez les dijo. “Con esta llave mágica podrán abrir una puerta invisible para poder salir de aquí. Pero primero deben comer la fruta de la vida”. 

Amanecer tomó en sus manos la llave y, mostrándosela a Tilolilo, tocó con ella todas las paredes para descubrir en donde podría estar la puerta invisible. Pero no la pudo encontrar. Fue cuando le dijo a Tilolilo: “Todo aquí está encantado. Volvamos a coger una fruta a ver si es la que dice la voz”.  Sin embargo, sentían miedo de volver a poner las manos en la bandeja de plata. Pensaban que el fuego volvería a aparecer si tomaban la que no era. Pasaron unos minutos y, decididos, se acercaron nuevamente a la mesa de cristal donde estaba la bandeja. Dudaron para coger una fruta. Al fin, después de varios minutos, se decidieron por la manzana. Pero cuando la intentaron agarrar la voz les dijo: “Esa no es la fruta de la vida”. Decidieron entonces no volver a intentarlo. 
 
A medida que pasaban las horas, Amanecer y Tilolilo empezaban a preocuparse. No sabían cuál era la fruta de la vida para, comiéndola, encontrar la forma de salir. Tampoco sabían en dónde poner la llave que apareció en la boca del conejo. Nerviosos, se sentaron en un rincón, en el suelo, sobre un tapete. Esperarían a que el humo desapareciera para intentarlo de nuevo. Y así ocurrió. Sorpresivamente, por el mismo orificio por donde salió la danzarina empezó a evaporarse el humo con olor a eucalipto, a hojas de almendro quemadas, a esencia de nardo. Desde el rincón donde estaban sentados vieron cómo la columna de humo se iba perdiendo, como arrastrada por el viento. 

No se dieron cuenta en qué momento un rayo de sol penetró por el mismo orificio, chocando contra el piso. Miraron hacia el punto exacto donde chocaba el rayo y vieron, asombrados, cómo un espejo apareció de pronto devolviéndolo hacia el techo. Volvieron la vista hacia allá, y la sorpresa fue grande: por el orificio por donde salió la nube de humo apareció una paloma blanca que traía en el pico un papel. El animal voló hasta el sitio donde Amanecer y Tilolilo continuaban sentados, la cabeza baja, las manos agarradas, convencidos de que nunca podrían salir del salón. La paloma colocó en el suelo, junto a Amanecer, el papel. Tilolilo, pensando que algún mensaje podría traer, lo tomó en su mano y, observándolo, notó que algo tenía escrito. Como no sabía leer, lo entregó a la niña. Ella, que ya había aprendido gracias a las enseñanzas recibidas en el jardín, leyó con alguna dificultad. El mensaje decía: “Pronto los sacaremos de allí”. 

Una sonrisa iluminó sus rostros en ese momento. Se pusieron de pie, se miraron a los ojos como diciéndose no nos preocupemos y, luego, esperanzados, llenos de júbilo, dirigieron su mirada hacia el orificio por donde se había ido la danzarina. ¿Quién podría llegar para ayudarlos?, se preguntaron. Pensaron que ya, afuera, era de noche. Ellos no se daban cuenta porque la claridad del salón no les permitía diferenciar el día de la noche. Y si querían averiguarlo a través del orificio por donde horas antes había entrado el rayo de luz, no podían: una luz intensa los encandilaba cuando miraban hacía allá. Así que se resignaron a su suerte, pero con el convencimiento de que pronto llegarían a auxiliarlos. 

- Alguien va a venir por nosotros - dijo Tilolilo observando el vestido de princesa que llevaba puesto Amanecer. 
- Ojalá que sí - repuso la niña, y agregó - Necesito regresar a mi casa. Mis papás deben estar preocupados.  

EL CALDENSE

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