Descanse en paz, Alfonso Noreña | José Miguel Alzate

Se hizo periodista trabajando como armador de textos en la vieja Tipografía San José que durante muchos años sostuvo en Aranzazu Eliud Osorio Giraldo. Alfonso Noreña Tamayo, fallecido el pasado domingo en Anserma, entró allí como empleado a comienzos de los años setenta, convencido de que esa podría ser su escuela para hacerse periodista. Empezó ayudando en la armada de un pequeño periódico tamaño oficio, de cuatro páginas, que con el nombre “Atalaya” circulaba cada mes entre las colonias aranzacitas regadas a todo lo largo y ancho del país, y que en el municipio la gente esperaba para enterarse de lo que ocurría. De pronto escribía alguna nota sin firma. Hasta que un día se dio cuenta de que era capaz de redactar una noticia.

Ese fue su inicio en las lides periodísticas. El trabajo en la tipografía, escribiendo textos para las hojas volantes que los comerciantes mandaban a imprimir para promover sus negocios, metiendo en galeras los tipos donde estaban las letras, impulsando una máquina impresora Chandler donde se imprimían novenas, manejando una guillotina eléctrica de medio pliego, le despertó sus ansias de expresar con la palabra sus inquietudes mentales. Hasta que un día se convenció de que podía fundar un periódico. Aprovechando la experiencia adquirida en la armada de textos, le dio vida entonces a “Centinela Norteño”, una publicación de corta existencia que, sin embargo, le proporcionó la satisfacción de saber que en el ejercicio del periodismo estaba su proyecto de vida.

La Tipografía San José desapareció años después. Hernán Bedoya Serna, que era director del programa de bandas juveniles en el departamento, nombró a Eliud Osorio Giraldo como primer director de la banda juvenil del Colegio Pío XI. Este era un proyecto musical que apenas se iniciaba en Caldas. Para asumir el cargo, Eliud decidió vender la maquinaria. Y encontró comprador.  Juan de Dios Bernal, un industrial aranzacita residenciado en Cali, que tenía una fábrica de café molido de nombre La Cosecha, le hizo este regalo a su amigo Iván Cocherín.  Alfonso Noreña Tamayo se vio obligado, entonces, a tomar otros rumbos. No se sabe por qué aterrizó en Anserma. Con la experiencia que traía de la Tipografía San José sacó allí el primer número de El Ansermeño.


Ese primer número de un periódico del cual alcanzó a sacar 137 ediciones era algo así como una copia exacta de Atalaya tanto en su titulación como en el modo de imprimirse, toda vez que sus primeras ediciones fueron hechas en el mismo formato, en tamaño oficio. Eso fue hace veinte años. Consciente de que si no mejoraba la impresión, de que si no entraba en la era moderna en la edición de periódicos, de que debía esforzarse para sacar un buen producto periodístico, Alfonso Noreña Tamayo se aventuró a publicarlo en tamaño tabloide europeo, con derroche de color, columnas de opinión e información variada. Rodó con suerte. En todo el occidente de Caldas El Ansermeño fue bien recibido.  Y el comercio de ese municipio lo apoyó en su quijotada.

Alfonso Noreña Tamayo dio rienda suelta, con esta publicación, a su pasión por escribir. Con él se abrió un espacio en un municipio que no era el suyo. El Ansermeño será un referente cuando se hable de la historia del periodismo en ese municipio del occidente de Caldas, Sobre todo porque lo puso al servicio de la comunidad, defendiendo sus intereses y velando por el progreso de Anserma. El periódico se convirtió en vocero de las necesidades de la población. Además abrió espacios para que la gente expresara sus ideas. Por esta razón, era esperado por las colonias ansermeñas. Alfonso lo hacía llegar a todas partes. Allí escribían personajes como Darío Usma, Augusto León Restrepo y Jorge Eliécer Zapata Bonilla. También quien estas líneas firma.

La columna más leída de El Ansermeño se llama Campanazos. Aparece firmada con el seudónimo de El Sacristán. La persona que estaba detrás de ese seudónimo no era otra que Alfonso Noreña Tamayo.  Era algo así como la voz, en el periódico, del párroco del pueblo, que le ordenaba hacer sonar las campanas. Esta fue una columna original en su forma de escribirse. Porque era el alter ego del cura llamándoles la atención a los políticos del pueblo. Por eso le decía al sacristán que sacara la ponchera para recibir las donaciones antes de terminar la misa, o le pedía a los fieles que rezaran cuatro padrenuestros para pedirle a Dios que acabara con la corrupción. Con El Ansermeño Afonso Noreña dejó huella en este municipio. Paz en su tumba para el amigo de infancia.

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