Elogio lírico del maestro | José Miguel Alzate

En el tablero, todas las mañanas, el maestro dibuja horizontes de esperanza

Esta Semana se celebró el Día del Maestro. Y qué mejor que utilizar este espacio de opinión para destacar esa labor silenciosa que día a día desarrollan esos hombres y mujeres que con su trabajo construyen un país donde brilla la esperanza. El maestro es un forjador de futuros, un arquitecto de sueños, un constructor de ideales. El siembra en la mente del estudiante la semilla del saber. Javier Arias Ramírez, un poeta caldense, lo llamó “orfebre anónimo que con ductilidad va modelando la más pura y deleznable arcilla”. Y tiene toda la razón. Porque el maestro es un ser humano abnegado que empieza a sembrar en el corazón del alumno, desde la más temprana edad, valores que lo conducen por caminos de realización personal.

¿Qué se puede decir sobre la tarea de un maestro? Sencillamente, todo. Porque ellos, con sus enseñanzas, no solo modelan el barro de la infancia, sino que abren caminos en las mentes inquietas. Con la paciencia de un orfebre, el maestro pule con sus manos el futuro. Enseña las primeras letras, hace memorizar las primeras canciones, nos declama los primeros versos. Tiene la capacidad de sembrar en el alma banderas de esperanza. En una patria asolada por tanta violencia, su palabra es guía para construir un mundo mejor, dátil que se clava en el alma, reflexión que abre caminos. De la forma cómo ellos dan las primeras lecciones de patria, depende el compromiso del hombre con el desarrollo del país.

En el tablero, todas las mañanas, el maestro dibuja horizontes de esperanza. El tiene el poder para sembrar en el corazón valores nuevos. Su orientación es fundamental para forjar hombres de bien, personas comprometidas con la sociedad, que miren la familia como el núcleo más importante de ella. El maestro trabaja para construir una patria donde el hombre luche por la cristalización de sus sueños. De esas primeras lecciones que ellos dan de amor por la naturaleza, de respeto a las personas, de compromiso con el  mundo, surge el hombre comprometido con su entorno, amante de la libertad, forjador de empresa. Lo que el maestro enseña jamás se olvida. Es una semilla que da frutos con el tiempo

Las enseñanzas del maestro van siempre con nosotros, abriéndonos puertas, señalándonos rutas. Sobre el viento su entrega va dejando una estela inmensa de recuerdos. Cómo olvidar las primeras lecciones de aritmética, cuando nos enseñaban para qué sirven los números, mientras nos ponían a sumar, restar, multiplicar y dividir. Y cómo echar en el olvido sus orientaciones para que nuestras primeras lecturas fueran un bello encuentro con el idioma. Ellos nos enseñaron a sacarle música a las palabras, a conocer sus significados, a construir frases con resortes líricos. Fueron guías para descubrirle a la naturaleza sus encantos, y ángeles custodios para conducirnos por el camino de la vida.

Los seres humanos les debemos mucho de lo que somos a los maestros. Ellos tuvieron la paciencia para, en los días de la escuela, estar ahí, a nuestro lado, tomándonos la mano para enseñarnos a escribir sobre un cuaderno las primeras letras. Y estuvieron ahí, con nosotros, cuando tuvimos dificultades en el aprendizaje. Y siguieron acompañándonos durante los años siguientes, cuando empezamos a entender el mundo y ellos, con su entrega, nos abrieron ventanas para que comprendiéramos mejor la realidad social. Nos explicaron por qué la tierra es redonda como una naranja, y por qué el sol brilla cada mañana, y por qué el viento sopla todos los días. Y nos dieron las primeras nociones de geografía, y también las primeras lecciones de historia.


El maestro tiene la formación para transmitir conocimiento, el corazón abierto para dar consejos, el alma grande para inculcar en el alumno principios. Enseña a desplegar las alas para volar en busca de la realización personal, ayuda a construir futuro narrando lecciones de vida, aporta para descubrir talentos dormidos en el alma. Tiene la carnadura para resistir los excesos del alumno, y siempre abre el corazón para perdonar una ofensa. Combate con su sabiduría las tinieblas de la ignorancia, y es luz que ilumina en la oscuridad. Tiene la paciencia para enderezar un árbol torcido, y el alma preparada para brindar cariño. El maestro es alguien que con su entrega modela, “de los niños el alma, de los hombres la mente”. 

José Miguel Alzate
Periodista y escritor
Artículo Anterior Artículo Siguiente