¿Es la novela histórica una reinvención del pasado? Algunos teóricos sostienen que novelar sobre sucesos que son historia es posibilitar una alegre aproximación al estudio de hechos que por su consistencia tienen importancia para conocer los procesos de formación de una sociedad. José Manuel Querol Sanz, doctor en filología de la Universidad Autónoma de Madrid, sostiene que “pensar el pasado puede ser también pensar de nuevo nuestro presente”. En un extenso ensayo sobre cómo en la novela contemporánea se plantea la reinvención del pasado como modelo para enseñar la historia, el crítico advierte que el propósito de esta tendencia literaria que hace carrera en la narrativa moderna es establecer un puente entre dos extremos para comprender nuestro devenir como sociedad.
La novela histórica establece una distancia cronológica entre el pasado de la historia que se narra con el presente de su escritura. Esto permite el juego con los anacronismos y, desde luego, con los neologismos. El libro de Rodrigo Zuluaga Gómez tiene la intención, - loable, por cierto - de acortar esa distancia entre el pasado histórico y el presente de un pueblo. Para lograrlo, recurre a la idealización de esos hombres que con sus actos hicieron posible la fundación. Hay que tener en cuenta que los textos de historia, esos libros donde se exalta a los héroes, se hacen pesados para leerlos. Lo que no ocurre con la novela. La capacidad creativa del escritor permite acercarse al pasado para crear ficciones. El lenguaje narrativo logra despertar esa empatía que no alcanzan los libros de historia.
En el “El Sargento Buenaventura”, de Rodrigo Zuluaga Gómez, se narra cómo Buenaventura Escobar, que peleó al lado del general José María Córdova en la batalla de El Santuario, llegó a vivir a un sitio desolado donde luego se fundó un pueblo: Aranzazu. El autor recrea, en una prosa no exenta de giros propios del costumbrismo, el viaje que el sargento emprendió desde el cantón de Marinilla, huyendo de la persecución de las tropas patriotas. Aunque el relato se inicia en su lecho de enfermo, donde está al cuidado de Francisca Muriel, su compañera, el autor utiliza el recurso de la analepsis para contar lo que fue su vida como militar, cómo llegó a la tierra donde se convirtió en el primer poblador conocido y cuáles fueron los primeros pasos para la fundación del poblado.
Es importante decir que en la obra de Rodrigo Zuluaga Gómez cobran vida personajes bien delineados, que se desenvuelven en el ambiente propio de la época narrada. De otro lado, la descripción del paisaje alcanza momentos de exaltación lírica cuando trae al relato elementos creativos que le dan brillo al entorno natural. Aquí el perro, el gato, la gallina, el caballo y los pájaros son parte del paisaje, como lo son las rústicas viviendas de los primeros años. El escritor juega con los encantos de la naturaleza para darle trascendencia a lo narrado. La novela histórica abre posibilidades narrativas cuando se recrea la cotidianidad. Y esto es lo que logra Rodrigo Zuluaga Gómez cuando narra las vivencias del personaje en ese pequeño espacio geográfico donde vive su vida.
Dos cosas merecen destacarse en “El Sargento Buenaventura”. La primera, los rasgos físicos de los personajes. No es fácil, al novelar sobre hechos históricos, conocer cómo eran físicamente las personas. Rodrigo Zuluaga Gómez logra, en este aspecto, mostrarle al lector una imagen real de personajes como Jesús Duque, Fermín López, Juan de Dios Aranzazu y el mismo sargento Buenaventura Escobar. La segunda es la capacidad imaginativa de que hace gala para narrar cómo fue el desplazamiento del personaje central hasta el sitio donde se funda el pueblo. Si bien es cierto que el novelista puede darse licencia para crear escenas que no ocurrieron en la realidad, la verdad es que el autor logra una pintura perfecta desde el punto de vista de la ambientación literaria.
No obstante las observaciones que a la novela hay que hacerle en lo que al manejo de la puntuación y la gramática se refiere, por su claridad el lenguaje narrativo logra que el interés del lector en ningún momento decaiga. Todo porque está inmerso en una historia manejada con sujeción a las costumbres de la época. En este sentido, el autor pone comas en frases donde, para que la oración conserve estética, debe usarse el punto seguido. Igual ocurre con los signos de interrogación. Veamos este ejemplo: “¿Francisca subió al morro a ver cómo va la fundación?” Aquí da la sensación de que es un narrador omnisciente quien hace la pregunta. Pero como es el sargento quien la hace, son necesarios los dos puntos después del nombre: “Francisca: ¿subió al morro a ver cómo va la fundación?”
Otra falla que se advierte en este libro que recrea con buena prosa el pasado histórico de Aranzazu tiene que ver con el uso, en los diálogos, del vocablo “dijo”. Estos deben cerrarse, siempre, con el guion con que se abren, y escribir “dijo” en minúscula. Zuluaga Gómez recurre al punto seguido, escribiendo “Dijo”, así, con mayúscula, quitándole ritmo a la narración. Veamos este ejemplo: – ¿Pero tú no eres así, cierto? Dijo Francisca. Lo correcto sería escribirlo así: – Pero tú no eres así, ¿cierto? – dijo Francisca. Además elabora diálogos largos. Estos, que están bien construidos, quedarían perfectos si utilizara vocablos que le den conexidad a lo expresado. Dejar para el final de lo expuesto frases explicativas como “Dijo don Jesús” le quita fuerza al hilo narrativo.
Es necesario decir que la novela debió haber sido sometida a corrección antes de ser publicada. Se habrían evitado errores como valerse del plural donde debe usarse el singular. Veamos este ejemplo: “Don Jesús, como su compañero de andanzas, respiraron profundo”. Aquí debe escribirse “respiró profundo”. Distinto hubiera sido si la frase dice: “Don Jesús y su compañero de andanzas respiraron profundo”. Va otro: “En la tarea de hacer un pueblo que todos estuvieran felices de vivir”. Un pueblo no se hace, se funda. Aquí el que galicado suena horrible. La frase correcta es “En la tarea de fundar un pueblo donde todos estuvieran felices de vivir”. Sin embargo, estos errores de escritura no afectan el argumento. Rodrigo Zuluaga se revela como un buen escritor. Pero necesita pulir más lo que escribe.
JOSE MIGUEL ALZATE
Periodista y escritor
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