Fue fundado por un grupo de hombres intrépidos que vencieron las dificultades...
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Foto|ELCALDENSE.CO |
En un principio se llamó el Sargento. Fue en la época en que los primeros colonos que llegaron a su territorio procedentes del sur de Antioquia se encontraron con un suboficial de nombre Buenaventura Escobar que había combatido en la batalla de El Santuario con las tropas del General José María Córdoba. Tenía el grado de sargento. Por esta razón la Legislatura de Rionegro le puso este nombre cuando decidió, atendiendo una solicitud de los pobladores, convertir el pequeño caserío en Distrito Parroquial. Eso fue el 9 de noviembre de 1853.
Desde entonces han transcurrido casi160 años. Tiempo suficiente para hacer de esta pequeña parcela de Colombia un poblado sencillo que duerme su sueño de grandeza anclado sobre una colina de la Cordillera Central.
El nombre de Aranzazu se le colocó el 22 de agosto de 1855. Fue un homenaje a Juan de Dios Aranzazu, el heredero de los terrenos donde fue fundado el municipio, como reconocimiento por haber ocupado, diez años antes, la Presidencia de la República en calidad de encargado. Pero fue, al mismo tiempo, un acto de gratitud con España. En la provincia vasca, entre Alava y Guipúzcua, está ubicado el Santuario de la Virgen de Aránzazu. La imagen fue descubierta por un pastor de nombre Rodrigo de Balzategui cuando descendía por las montañas de Aloña arreando sus ovejas. La virgen se le apareció en un árbol. Entonces él dijo: “¿Arantzan zú?”. En lenguaje vasco esta expresión equivale a la pregunta ¿Tú en el espino?
Fue fundado por un grupo de hombres intrépidos que venciendo dificultades sin cuento se aventuraron por caminos enmarañados. Descuajando montañas a machete limpio descubrieron, después de largas jornadas, un terreno plano que les permitió organizar un pequeño caserío. Eran hombres de tez quemada por el sol que con un machete al cinto, un carriel de nutria colgado al hombro y un par de mulas cansadas atravesaron montañas con sus familias para establecerse en estas tierras entonces inhóspitas que les brindaron descanso a su fatiga. Todos venían del Cantón de Marinilla buscando nuevos terrenos para colonizar. Eran antioqueños de principios cristianos que llevaban siempre en los bolsillos un rosario o una imagen de la virgen.
Ciudad levítica
Aranzazu es conocido como la ciudad levítica de Caldas. Ello se debe a que ha dado a la iglesia católica cerca de 125 sacerdotes que han predicado la palabra de Cristo en todo el territorio nacional. Su primera iglesia fue una choza cubierta de palmicho, con dos palos atravesados que hacían las veces de puertas. Fue levantada por los primeros pobladores que llegaron en la época de la colonización para asentar sus plantas caminantes en un terreno que les ofrecía la posibilidad de establecer una forma de producción que les permitiera obtener el sustento para la familia. Sólo hacia 1870 se empezó la construcción de una iglesia que fuera el símbolo de la religiosidad de sus gentes.
El título de ciudad levítica lo refrenda el hecho de que en este municipio de clima templado que tiene una extensión de 172 kilómetros nació uno de los primeros altos jerarcas de la iglesia que tuvo Caldas. En una vivienda humilde de la vereda Campoalegre nació, el 16 de abril de 1891, Monseñor Diego María Gómez Tamayo, elevado a la dignidad de Obispo por el Papa Pío XII el primero de febrero de 1934. Este hecho despertó en la juventud de entonces la vocación sacerdotal. 44 años más tarde otro de sus hijos es elevado a la dignidad de Obispo. En efecto, el 17 de diciembre de 1978 el papa Juan Pablo Segundo consagró a Monseñor José Luis Serna Alzate como nuevo jerarca de la iglesia colombiana.
Este pueblo de mujeres hermosas que se pasean por sus calles exhibiendo su mejor sonrisa como un saludo de bienvenida al visitante tuvo en otro tiempo una iglesia que fue orgullo de sus pobladores. Era una edificación de estilo románico, construida en ladrillo cocido, que tenía una altura de 34 metros. Un portón de madera con arabescos en su parte posterior, terminado en arco de medio punto, con pequeños capiteles en la parte alta, era la entrada a la nave central. Esta iglesia fue demolida en 1957 para dar paso a una construcción de 60 metros de largo que invade el parque. Tiene una nave central que remata en un arco mayor al final, con un retablo al fondo. Su cúpula de estilo renacentista está coronada por un doble copulín.
La historia reciente
Aranzazu es un pueblo pacífico que duerme su sueño de grandeza arrullado por una quebrada que corre débil entre peñascos oscuros. Su historia reciente muestra un poblado orgulloso de sus ancestros que no obstante sus dificultades económicas ha emprendido obras de progreso. Si hacia finales de la década del veinte no había llegado al municipio siquiera un radio, hoy exhibe grandes adelantos en este sentido. Tiene una emisora, Norte Stéreo, que comunica permanentemente a la zona urbana con la rural, transmitiéndole lo que pasa en su entorno.
Además cuenta con un canal local de televisión que les permite a sus pobladores disfrutar sus propios programas, brindándole a la juventud la oportunidad de desarrollar sus inquietudes creativas.
De ese poblado que en los años treinta se comunicaba con Manizales a través del cable aéreo se pasó a un municipio con mejores medios de transporte. Mientras en 1941 sus productos agrícolas todavía se transportaban a lomo de mula por caminos de herradura, hoy una carretera totalmente asfaltada permite sacarlos en modernos vehículos hasta los centros de distribución. Las calles que hasta 1957 eran empedradas fueron pavimentadas en su totalidad. Y la iluminación con velas y lámparas de caperuza que existió hasta la década del cuarenta fue reemplazada por las modernas luminarias de mercurio. Hoy una variante construida sobre lo que antes fue un terreno sin posibilidades de desarrollo evita el deterioro de sus calles centrales.
Este pueblo de clima templado que en los años sesenta vio cruzar por sus calles la caravana de la Vuelta a Colombia es hoy una población pujante que quiere proyectarse como el fruto una raza que vence las dificultades para alcanzar el progreso. De aquellos tiempos en que dos mujeres de cabello color cabuya atendían a los parroquianos en una oficina desvencijada mientras esperaban durante horas una comunicación telefónica no queda sino el recuerdo. Ahora el municipio disfruta del servicio de Internet que les permite a los usuarios comunicarse en cuestión de minutos con cualquier lugar del mundo. Los teléfonos de manivela que se comunicaban con una central para pedir una llamada dentro del mismo pueblo hoy son piezas de museo.
Sus leyendas
Aranzazu es un pueblo de costumbres sanas que tiene ganado un prestigio en el contexto nacional como territorio de paz. Nunca en este municipio de calles engalanadas por construcciones típicas de la arquitectura antioqueña, que rinde testimonio de admiración a la guadua, se han vivido actos de violencia que hayan dejado una marca indeleble en el recuerdo de sus pobladores. Los únicos hechos que en este sentido recuerdan las personas de edad fue la masacre del año 1935, cuando varios agentes de la policía llegaron de Salamina borrachos y, sorpresivamente, dispararon sus armas contra gente indefensa, causando varias muertes. Este es un episodio de su historia que se ha convertido en leyenda por la interpretación que la tradición oral le ha dado.
Esos episodios que la historia recuerda tienen una connotación anecdótica. No son leyendas propiamente dichas, como las que cuentan los campesinos de otras regiones del país. En este municipio conocido como el pueblo de los apodos no se cuentan historias de aparecidos, ni de guacas encantadas que guardan tesoros escondidos. La tradición oral habla de la Patasola, la Madremonte, la Llorona, el Hojarasquín del Monte, el Anima Sola y la Viuda Alegre. Pero en los tiempos modernos nadie ha vuelto a hablar de estos temas. Ya no llegan a la plaza campesinos asustados diciendo que en un recodo del camino se les apareció una bruja encantada, o que la mula dio tres brincos porque advirtió la presencia de un ser maléfico.
Una de esas leyendas en este pueblo que vivió una especie de bonanza cuando se explotaba la mina de mercurio, narra que el sacerdote Teodoro de Jesús Gallo, que estuvo al frente de los destinos de la parroquia durante 30 años, se le apareció en una oportunidad a una señora enferma en una vereda. El esposo había llegado hasta el pueblo para pedirle que fuera a visitarla. Cuentan que el curita le dijo: “Váyase tranquilo. Ella ya está aliviada”.
Cuando el campesino regresó a su parcela la esposa le contó que el padre Gallo había estado visitándola. El hombre, sorprendido, regó el cuento por toda la vereda. Esta misma leyenda se cuenta sobre el padre Daniel María López en el oriente de Caldas.
JOSÉ MIGUEL ALZATE